Creo que mi primer contacto con un balón de fútbol fue poco después de haber aprendido a caminar. Me cuentan que, en algún punto temprano de mi vida, alentado por el mayor de mis tíos, pateé un balón con tanta fuerza que, como consecuencia, “se me salió el líquido de la rodilla”.
Ese hecho, del cual tengo muy poca memoria, no limitó mi gusto por el deporte, pero sí tuvo consecuencias: mis papás (o tal vez solo mi papá) decidieron que quizá no era buena idea practicar fútbol hasta que mi cuerpo se desarrollara mejor. Y es que, de pequeño, me dicen que mi físico era muy delgado, tirando a debilucho (la vida luego me demostraría que eso fue solo una etapa).
Así que mi primer contacto real con la disciplina deportiva fue a través del béisbol, pero esa es otra historia, que dejaré para otra ocasión. Hoy quiero hablarles de lo que realmente me sigue apasionando: el fútbol.
Para mí, el fútbol es el juego perfecto. Tan perfecto que se parece a la vida misma. Es un juego estratégico, como el ajedrez, donde 22 jugadores y un juez deciden, en 90 minutos, tres posibles resultados: ganar, empatar o perder. Luego, conforme lo entiendes y maduras, te das cuenta de que lo importante no es solo ganar, sino cómo jugaste. Las victorias, cuando haces bien las cosas, llegan solas.
En una ocasión vi un video del jugador argentino y actual director técnico del Atlético de Madrid, Diego “Cholo” Simeone, en el que hacía una comparación que me marcó: decía que la forma en la que juegas en la cancha refleja exactamente cómo eres en la vida. “No puedes decir que en la casa o en la vida eres de una forma y en la cancha de otra, es mentira. Si en la vida eres trabajador, noble, o si eres jodido, así eres en el fútbol”, decía con la sinceridad que lo caracteriza. Y agregaba que, como en la vida, en el fútbol todo puede cambia ren un minuto: para bien… o para mal.
El fútbol nunca ha dejado de emocionarme, de impulsarme a pensar, a analizar y a sentir. Hoy, más allá de practicarlo o verlo por televisión, lo vivo como una forma de entender el mundo. Cada jugada, cada pase, cada gol, me conecta con algo profundo: la pasión de seguir adelante, aun cuando el marcador no siempre esté a favor.
Y por eso sigo aquí, escribiendo sobre lo que amo. Porque si la vida es como el fútbol, entonces todavía quedan muchos partidos por jugar.